Santa Coloma goza de una orografía de transición: desde el núcleo urbano hacia el este se extiende la llanura de la Selva, mientras que hacia el oeste se encuentran las Guilleries, con las estribaciones del Espinau, Santa Bàrbara y la Serra del Corb. En este semicírculo de montañas, dispersas entre colinas, valles, colladas y hondonadas, hay un montón de ermitas de un gran interés histórico, artístico y religioso merecedoras de una visita.
La primera referencia escrita la encontramos en el año 886, cuando se cita el lugar de Sauleda, mientras que en el año 950 el obispo Gotmar de Girona consagraba la nueva iglesia, que los soldados húngaros destruyeron años atrás. También data de esa época el castillo de Farners, que servía como vigía para controlar el camino de Osona a Girona, y como refugio ante posibles ataques puntuales. La primera mención del nombre Farners la hallamos a mediados del siglo XI, cuando Ramon Folc de Cardona ofrece el castillo al conde de Barcelona Ramon Berenguer I; los castellanos eran la familia de los Farners.
Hacia 1497 Santa Coloma ya contaba con unos 350 habitantes, y 43 masías remensas se habían rescatado mediante pago. El crecimiento fue afianzándose durante los siguientes años, hasta que el virrey respondió a la muerte del alguacil real en abril de 1640 incendiando la mayoría de masías y casas del pueblo: días más tarde se produjo el Corpus de Sangre, y la Guerra de los Segadores ya era una realidad.
En el año 1718 la población farnense era de 823 habitantes, y en poco más de 70 años se triplicó, aprovechando su enclave entre las Guilleries y la costa.
La segunda mitad del siglo XIX es testigo de un importante crecimiento en la actividad económica, que se traduce en la expansión urbanística de la ciudad: se acaba la construcción de la carretera de Santa Coloma a Sils; los carlistas incendian la casa Farners y el espacio se convierte en la plaza del pueblo; se construye la plaza del Firal, que se dedicará a las ferias de ganado y agricultura; las calles laterales a la calle de Sant Sebastià van cogiendo forma; y se comunica la calle Major con la calle Verge Maria. Paralelamente, la actividad cultural y asociativa es incesante, con la proliferación de casinos y ateneos, la aparición de semanarios y la creación de coblas, entre otras actividades.
A principios del siglo XX (1901) Santa Coloma ya cuenta con 4.600 habitantes, y muy pronto recibirá el título de ciudad, en reconocimiento a su relevancia económica, cultural y política en la comarca. En el transcurso de este siglo se reafirma el crecimiento de la ciudad, con la incorporación de nuevos equipamientos administrativos, sociales y de servicios, que conforman la ciudad tal y como la conocemos hoy en día: capital de la comarca de la Selva, con una población de casi 13.000 habitantes.